Uno de los clásicos más parejos del fútbol argentino tuvo su nueva edición en la noche del lunes, con condimentos especiales por parte de los dos equipos. Por un lado, Independiente, totalmente urgido de puntos y victorias que le saquen de encima, de una vez por todas, la preocupación por el promedio. Por el otro, el Boca de Falcioni, con una irregularidad que parecía transformarse en rendimiento positivo luego de la goleada en Parque Patricios. Lo cierto es que, esta vez, fue Independiente quien dejó pasar una chance clarísima de sumar de a tres en un contexto que le fue favorable dentro de un escenario complicado.
Pocas veces se vio a Boca tan dominado en su propio estadio. Con un primer tiempo de ida y vuelta, se vio a ambos equipos muy activos en dominio y circulación de pelota. Con más precisión se manejó el local, inclinando el rumbo del partido a su favor y gravitando más que los dirigidos por Mohamed, quienes mantenían un orden pero habían cedido mucho terreno. En este contexto, Boca logró ponerse en ventaja a través de un lujo de, cuándo no, Martín Palermo. El goleador vulneró a toda la defensa roja y dejó sin chances a Hilario Navarro.
Del lado de Independiente, se había visto una gran voluntad del colombiano Iván Vélez para ser una opción en ataque a través de sus peligrosas proyecciones y participaciones en jugadas de peligro. A su vez, el equipo tuvo, por momentos, un equilibro interesante producido por la sociedad entre Fredes, Pellerano, Silvera y el Pato Rodríguez, la cual no fue suficiente para inquietar al arquero rival. La primera etapa finalizó así con una justa victoria de los de Falcioni.
En el complemento se vio una historia totalmente distinta. Boca sumó jugadores en el mediocampo y empezó a cuidar el resultado esperando un contraataque. Independiente lo aprovechó y generó los espacios para atacar constantemente por todos los sectores, con el Pato como armador principal. Silvera, Pellerano, Fredes y el propio Rodríguez tuvieron chances clarísimas de empatar, pero no lograron vencer a Cristian Lucchetti. Quien sí pudo fue el recién ingresado Lucas Villafáñez: el comodorense recibió un pase de Parra y remató al arco sin dudarlo, consiguiendo la justa igualdad.
A partir de ese momento, Independiente creció futbolística y psicológicamente. El equipo buscó por todos los medios posibles llevarse la victoria, tanto por jugadas colectivas como en las pelotas paradas a través Maxi Velázquez y Pellerano, pero la imprecisión y la fortuna del Xeneize hicieron que el partido muera en empate. A su vez, la excesiva permisividad del árbitro Pittana desdibujó el circuito de juego que se había visto en tramos del encuentro. Boca pudo haberlo ganado en el final con unas interesantes subidas de Mouche, pero tampoco pudo con la seguridad de Hilario Navarro.
El planteo propuesto por Mohamed fue correcto en la alineación inicial. Con una idea ofensiva, el técnico pudo dominar a Boca en todos los sectores de la cancha al desplegar un aceptable juego asociado y una gran actitud por parte de sus dirigidos. Como reproche, se le adjudica la responsabilidad de no animarse a buscar el triunfo cuando el rival estaba completamente “regalado” a la voluntad de Independiente. Si bien quiso equilibrar el mediocampo ante la superpoblación de volantes en Boca con el ingreso de Battión sobre el final, queda la sensación de que el ingreso de Núñez hubiese sido productivo para cerrar el partido, sobre todo por la gran cantidad de pelotas paradas que tuvo el Rojo.
De una forma o de otra, nuevamente se dejaron puntos en el camino. Posiblemente se crea que este plantel no puede aspirar a más, sin embargo, ante Boca demostró lo contrario. El equipo cumplió con lo que tenía que hacer y dio muestras de personalidad en momentos adversos, lo que sirve para trabajar mejor si se quiere encontrar una identidad de juego.