El señor de los milagros (Columna de opinión)

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Ni el más optimista de los hinchas de Independiente esperaba terminar la primera rueda de la B Nacional en zona de ascenso tras las nefastas primeras cuatro fechas del torneo. Aquel 28 de agosto, cuando asumió Omar De Felippe, el clima en el club era de desesperación en cuanto a lo deportivo. El nuevo entrenador tenía fama de trabajador, pero a causa de la mala imagen mostrada por el plantel, pocos creían que se podía hacer algo más.

Cuando Independiente pasó el papelón de la primera fecha ante Brown de Adrogué, los hinchas, que tuvieron que bancarse el primer descenso de la historia, no lo podían creer. Y en la cuarta fecha, en Tucumán, el equipo de Miguel Brindisi perdió 2 a 1, aunque el resultado fue mentiroso: Diego Rodríguez impidió que sea una goleada histórica. A esa altura, ya había voces dentro y fueran del club que hablaban de la B Metropolitana.

No prometo magia, pero sí prometo trabajo diario para sacar de esto a Independiente. Ahora hay que trabajar y tener fe, podemos sacar a este equipo adelante. Esperemos terminar el año entre los cinco primeros”, había manifestado De Felippe en su primera conferencia de prensa. Y así fue. Con trabajos incesantes enfocados en el juego al ras del césped, en los remates de larga distancia, en la definición, en la disciplina dentro y fuera de la cancha y en la confianza de los jugadores, el entrenador marcó un estilo en el equipo, que mostró un rendimiento de menor a mayor en líneas generales entre la fecha 5 y la 21.

Además, con sus declaraciones medidas y su nula “venta de humo”, se ganó poco a poco el apoyo de los hinchas. Y en los jugadores causó el mismo efecto. Generó seguridad en Diego Rodríguez, llenó de confianza a Gabriel Vallés, recuperó a Julián Velázquez, le abrió las puertas a Marcelo Vidal para explotar y acentuó una linda sociedad entre Matías Pisano y Daniel Montenegro.

Los números de Omar De Felippe asustan, pero no a los hinchas de Independiente, sino a los rivales. El ex combatiente de Malvinas dirigió 17 partidos, ganó 10, empató 6 y perdió sólo uno ante Almirante Brown -le llegaron una vez en todo el partido y no cobraron un clarísimo penal a Cristian Menéndez-, logrando conseguir 36 puntos sobre 51, con un porcentaje de efectividad del 70,58%. Monstruoso. Es cierto que la categoría es inferior a la Primera, pero para volver hay que ascender y para ascender hay que ganar. ¿Ganar? Era impensado para muchos hinchas en esas primeras cuatro fechas.

El equipo no pierde desde hace 10 partidos, algo que no lograba desde hace cinco años en aquel Apertura 2008 con Claudio Borghi. Además, no le hacen goles desde hace ocho encuentros. Y en esos ocho, sólo Defensa y Justicia logró inquietarlo atrás en el primer tiempo. La solidez es característica de Omar De Felippe. De los 17 partidos que dirigió, Independiente terminó con la valla invicta en 11. El “Rojo” es el equipo con menos goles en contra del torneo junto a Patronato. Recibió 13 en 21 partidos: 6 en las primeras 4 fechas con Brindisi y 7 en las restantes 17 con el actual entrenador.

Si se tomara en cuenta la fecha en que asumió De Felippe, Independiente estaría segundo con 36 puntos, detrás de Banfield, con 37. El tercero sería Crucero del Norte con 32 y el cuarto Independiente Rivadavia, con 30. Si bien todavía falta la mitad del torneo, el trabajo que se hizo hasta ahora es muy bueno. La coronación perfecta sería el ascenso. Para elevar el porcentaje de posibilidades de que ocurra, será necesario darle todas las comodidades de trabajo y poner al día su sueldo -cobró sólo septiembre- y el de los jugadores. Por ahora, De Felippe es el señor de los milagros.