Está a la vista que este Independiente que comenzó el 2014 no se parece en nada al que terminó la primera rueda de la B Nacional. El equipo cambió en actitud y en algunos nombres, algo que derivó en una baja considerable en el rendimiento colectivo. Pasaron tres partidos oficiales de la segunda rueda y, salvo los primeros 30 minutos ante Brown de Adrogué, la performance del plantel fue en caída constante.
El desequilibrio que sufrió el equipo fue muy notorio en estos partidos. La primera alarma sonó en el segundo tiempo jugado en Temperley. Brown presionó, apretó y el mediocampo quedó desprotegido. Ante Boca Unidos en Avellaneda se confirmó: un rival muy flojo se dedicó sólo a correr y apretar, algo que anuló completamente al equipo. Aldosivi -anteúltimo en la tabla- hizo lo mismo en Mar del Plata, pero además creó cuatro situaciones muy claras, que gracias a las malas definiciones no fueron goles.
¿Las causas de este desequilibrio? Martín Zapata es el único que marca en el medio contra equipos que ponen cuatro jugadores en esa zona. Reinaldo Alderete no se acerca al nivel de Marcelo Vidal ni por asomo y le cuesta mucho. Y la entrada de Federico Insúa también tiene que ver en esto. Nadie puede discutir su calidad técnica, pero él, junto a Matías Pisano y Daniel Montenegro, no tienen marca. Si uno apuesta a partir un equipo, al menos en alguna zona del campo hay que hacer la diferencia, pero Independiente no la hace arriba ni atrás.
La falta de velocidad de los creadores de juego en Independiente es fácilmente contrarrestada con presión. La fórmula rival es simple: apretar en el medio, pasar a los dos volantes de contención y atacar de frente a la defensa con superioridad numérica. Así comienzan a llegar los ataques a una defensa que en el torneo pasado no tenía los mismos problemas. Si se cambia a uno de los tres enganches para poner a un jugador más en el medio que aporte marca y desborde, se podría volver al mismo equilibrio de la primera rueda. Ese Independiente no sufría atrás, ganaba el mediocampo y, sin tener un aluvión de llegadas, era contundente. ¿La vuelta de Marcelo Vidal va a cambiar algo? Seguramente aporte mucha más seguridad en el medio que el actual titular, pero no va a hacer que el triple enganche sea más rápido.
Por otro lado están los bajos rendimientos de los jugadores. Y en algunos se nota la displicencia a la hora de jugar. A Cristian Tula no se lo puede acusar con esa palabra, pero sí se puede ver que no está en un buen nivel. Le cuesta mucho cada vez que lo encaran en velocidad y tiene errores importantes por desatención. Claudio Morel Rodríguez volvió en un nivel aceptable, pero con algunas jugadas parece sobrar los partidos. Reinaldo Alderete nunca se pudo asentar en el club, pero la responsabilidad es de la dirigencia que lo trajo. Matías Pisano, salvo muy pocos destellos, no tiene el mismo nivel que en el 2013 y también -tal vez por exceso de confianza- suele hacer una de más.
Luego están Daniel Montenegro y Federico Insúa. El primero fue una de las figuras del segundo semestre del 2013 al convertir goles y dar asistencias importantes, pero su rendimiento en estos tres partidos fue bajísimo. Y no tiene que ver con que las cosas salgan o no: se lo ve estático, pidiendo faltas que no son, tirado atrás, haciendo una de más y con remates a colocar cuando la jugada pide una de esas famosas bombas del Rolfi. Por parte del Pocho, sólo mostró unos buenos 30 minutos en la primera fecha y ese nivel se cayó a pedazos. Las pocas veces que el equipo es vertical y puede generar una chance de gol, frena la jugada en exceso y los ataques se diluyen. También se nota la misma falta de velocidad que tuvo en el último semestre en Vélez y luego de los 15 minutos del complemento le cuesta en lo físico. ¿Por qué fundir a los dos juntos en un tiempo?
Independiente tiene plantel para ascender, pero Omar De Felippe -el máximo responsable de que el equipo haya sumado tantos puntos- deberá encontrar la manera de corregir esta falencia. El nivel mediocre de la categoría también ayuda a que el Rojo se mantenga en esa posición con aire, pero si bien no pierde hace 13 partidos, el flojo rendimiento actual atenta contra la seguridad que pretende el entrenador. Las alarmas ya sonaron y hay tiempo para hacer los ajustes que sean necesarios.