Fue la primera gran prueba del año. Sin mostrar el nivel de la Sudamericana y con dos expulsiones en sendos partidos, el equipo de Ariel Holan puso en aprietos al campeón de la Libertadores, que se llevó la Recopa tras imponerse en la tanda de los penales.
En Avellaneda se presentó con tres ausencias destacadas: Nicolás Tagliafico (vendido al Ajax), Ezequiel Barco (al Atlanta United) y Diego Rodríguez (suspendido). Y dos de los seis refuerzos hicieron su debut: Fernando Gaibor y Jonathan Menéndez. El Rojo supo reponerse al 0-1 y posterior expulsión de Emmanuel Gigliotti -a instancias del VAR- y empató el encuentro sobre el cierre de la primera mitad.
El segundo tiempo se luchó más de lo que se jugó. Pocas llegadas claras para ambos equipos, un flojo arbitraje que reavivó los fantasmas de la Copa Sudamericana anterior y que, posteriormente, se replicaron a lo largo de la Copa Libertadores. Más allá de eso, el 1-1 le sentó bien al trámite del encuentro.
En Brasil, a Independiente le costó hacer pie al principio. El local tuvo las más claras y a los 42′ del primer tiempo el VAR condenó a Fernando Amorebieta. Claro, en la jugada previa al planchazo hubo un offside que no quisieron ver. No obstante, el Rojo se plantó y jugó de igual a igual pese a la inferioridad numérica. En los 120 minutos no se sacaron ventajas y todo se definió desde lo doce pasos, donde Marcelo Grohe le detuvo el penal de la serie a Martín Benítez.
Fue el primer golpe. Inmerecido, quizás, por la entrega del equipo. Aunque desde lo futbolístico hubo pocos aspectos para reprocharse. Jugó 142 de 210 minutos de la serie con un hombre menos, las ternas arbitrales dejaron mucho que desear y así y todo, casi lo gana en el final. Los penales -que lejos están de ser una lotería- consagraron a Gremio y postergaron la posibilidad al Rey de alzarse con su estrella internacional número 18.