Ante la ausencia de Julio Cesar Falcioni por COVID-19, Omar Píccoli, su ayudante de campo de hace 15 años, tomó las riendas y dirigió al equipo en el clásico ante Racing sin comunicación alguna con el técnico principal de Independiente.
Si bien se especulaba que tuviera una comunicación fluida con el Emperador, Píccoli y Pedro Monzón manejaron las situaciones del encuentro por determinación propia y no pudieron cambiar el rumbo del partido desde las modificaciones (o la falta de ellas).
Los cambios que realizó el ayudante del DT del Rojo fueron: el ingreso de Juan Pacchini por el lesionado Lucas González, Alan Velasco por Jonathan Menéndez y Jonathan Herrera por Silvio Romero, cuando el Chino había sido el mejor jugador del Rojo en el primer tiempo, fabricándose un remate que pasó cerca y una linda asistencia que Menéndez malogró. Todos fueron puesto por puesto, sin arriesgarse a modificar el esquema o hacer una apuesta más ofensiva.
En el epílogo del encuentro, cuando Racing arremetía el arco defendido por Milton Álvarez, Adrián Arregui se acalambró pero ante la pregunta del entrenador sustituto, el volante le indicó que podía continuar. Minutos después, en la jugada del penal inexistente, el volante se desplomó en el círculo central. Cuando se puso de pie, no llegó a cortar el pase y la pelota ya estaba dentro del área. Si bien es cierto que en los relevos en esa posición solo tenía a Juan Kulak, un chico que apenas lleva un puñado de partidos en Reserva, a Píccoli le quedaron dos cambios sin utilizar.
Quedaron jugadores como Andrés Roa o Braian Martínez sin ingresar que hubiesen sido la última carta ganadora para un equipo que en el segundo tiempo nunca fue a buscar la victoria y se conformaba con el empate. Es preocupante la involución del equipo a nivel colectivo y todo parece partir desde la idea y la iniciativa que nace en el cuerpo técnico.