En los últimos 10 años, han pasado muchos centro delanteros en Independiente. Fueron pocos los que rindieron y cumplieron con las expectativas. Andrés Silvera, Germán Denis y Nicolás Frutos son los nombres que lograron dejar alguna marca en los hinchas. Hoy, el 9 es Ernesto Farías. Un jugador inteligente con y sin la pelota. Un jugador con pergaminos y un promedio de gol monstruoso de 0,45 en 395 partidos en su carrera. Un jugador desaprovechado.
Las estadísticas, acompañadas de argumentos fuertes, son determinantes. Farías jugó 15 partidos en Independiente y marcó 7 goles. 5 fueron de cabeza, otro con el pecho y el restante con una definición exquisita por encima de Agustín Orión. Lo preocupante es la cantidad de posibilidades que tiene el “Tecla”. En los encuentros que disputó, el delantero tuvo apenas 2 mano a mano, ambos por falencias del rival. El primero fue por una falla de Rolando Schiavi ante Boca, que el ex River transformó en gol. El segundo, un error de la defensa de Godoy Cruz, que Farías malogró.
Una de las películas repetidas en los partidos de Independiente, fue la soledad del 9, que lo obligó en decenas de ocasiones a bajar a buscar la pelota. Y por cierto, lo hizo con un gran criterio. Pivotea, asiste, busca espacios y tiene un olfato de gol envidiable para la actualidad del fútbol argentino. Sin embargo, el equipo no acompaña. La pelota aérea fue un fuerte fugaz del plantel de Cristian Díaz. Hoy, los centros vuelven a ser una cuenta pendiente. La pelota no llega ni por arriba, ni por abajo. “Vine con otras expectativas”, declaró el jugador hace una semana. Y con razón.